Sofía de la Paz Fuertes del Bosch -3ª Generación

Las tradiciones familiares son un pequeño tesoro.

Sobre mi

Desde muy pequeña mi juego favorito fue transformar los objetos anticuados en otros que parecieran nuevos. ¡Qué ilusión! Una caja, una cortina vieja o un trozo de madera eran el motivo de un festival de cambios en mi casa. ¡A mi madre la traía loca!

Recuerdo con mucho cariño cuando mis padres me permitieron cambiar mi habitación en plena adolescencia. Compré pintura, rodillos y pinceles para transformar un dormitorio de color nogal, con brillo y de aspecto serio, en un espacio mágico. La mesita de noche, el armario, una librería y una cómoda se vieron cubiertas por una capa azul cobalto mate. Prescindí de mi cabecero y coloqué un cuadro con unas grandes nubes blancas y una amplia gama de azules, un lienzo grande que aún conservo. Los cajones y puertas los mimé con unas flores preciosas blancas y amarillas que iban dibujando un entramado de ramas y hojas verdes. Daban la sensación de estar vivas, esperando a que yo llegara. ¡Qué felicidad cada vez que entraba en mi cuarto!

Otro lugar especial para mí era la pequeña tienda familiar situada en la Plaza Menjívar, de la sevillana calle Feria. Allí se vendían directamente al público las piezas elaboradas en la serrería de madera y fabricación de muebles del local situado en la Plaza del Pelícano. La tradición venía por parte de mi bisabuelo, Antonio Fuentes López, y pasó a mis tíos abuelos, Rafael, Manolo y mi abuelo Antonio Fuentes Ricos. Mis tías abuelas, Pepa y Rosario, tenían el cometido de la venta al público. Realizaban muñecos de trapo para regalar a los niños mientras esperaban la entrada de clientes. Aquella tiendecita era un escenario entrañable: colgaban del techo los distintos tipos de sillas, apilaban las tarimas de madera sobre la pared, y  entre los poquitos huecos se colocaban muebles auxiliares, algunas vitrinas y poco más. El valor material no era lo más importante. Lo verdaderamente maravilloso eran las horas que dedicaban a su negocio. Regalaron su tiempo, tan valioso en nuestra sociedad.

Sofía de la Paz Fuertes del Bosch -3ª Generación

Las tradiciones familiares son un pequeño tesoro.

Sobre mi

Desde muy pequeña mi juego favorito fue transformar los objetos anticuados en otros que parecieran nuevos. ¡Qué ilusión! Una caja, una cortina vieja o un trozo de madera eran el motivo de un festival de cambios en mi casa. ¡A mi madre la traía loca!

Recuerdo con mucho cariño cuando mis padres me permitieron cambiar mi habitación en plena adolescencia. Compré pintura, rodillos y pinceles para transformar un dormitorio de color nogal, con brillo y de aspecto serio, en un espacio mágico. La mesita de noche, el armario, una librería y una cómoda se vieron cubiertas por una capa azul cobalto mate. Prescindí de mi cabecero y coloqué un cuadro con unas grandes nubes blancas y una amplia gama de azules, un lienzo grande que aún conservo. Los cajones y puertas los mimé con unas flores preciosas blancas y amarillas que iban dibujando un entramado de ramas y hojas verdes. Daban la sensación de estar vivas, esperando a que yo llegara. ¡Qué felicidad cada vez que entraba en mi cuarto!

Otro lugar especial para mí era la pequeña tienda familiar situada en la Plaza Menjívar, de la sevillana calle Feria. Allí se vendían directamente al público las piezas elaboradas en la serrería de madera y fabricación de muebles del local situado en la Plaza del Pelícano. La tradición venía por parte de mi bisabuelo, Antonio Fuentes López, y pasó a mis tíos abuelos, Rafael, Manolo y mi abuelo Antonio Fuentes Ricos. Mis tías abuelas, Pepa y Rosario, tenían el cometido de la venta al público. Realizaban muñecos de trapo para regalar a los niños mientras esperaban la entrada de clientes. Aquella tiendecita era un escenario entrañable: colgaban del techo los distintos tipos de sillas, apilaban las tarimas de madera sobre la pared, y  entre los poquitos huecos se colocaban muebles auxiliares, algunas vitrinas y poco más. El valor material no era lo más importante. Lo verdaderamente maravilloso eran las horas que dedicaban a su negocio. Regalaron su tiempo, tan valioso en nuestra sociedad.

En 1962 la familia compró un solar de cuatrocientos metros cuadrados en Santiponce, en la Avenida de Pedro Parias número 24, hoy Avenida de Extremadura 71. En un primer momento este espacio se dedicó al depósito de madera: palos de techos, puntales de obras o madera para carroceros. En 1974 hubo un siniestro en el local de la Plaza del Pelícano, se quemó todo, y como consecuencia de aquello se decidió establecer el negocio definitivamente en Santiponce. Fueron años duros, yo aún no había nacido. Se realizaban todo tipo de trabajos para hacer frente a todos los gastos: fabricación de muebles de todo tipo, tallas, e incluso se doraban marcos. Estas mercancías se vendían a tiendas de muebles y particulares.

En 1978 se alquiló un local en el centro del pueblo situado en la calle Murillo, cuyo dueño era Agustín Castillo, conocido en el pueblo como “Agustín de los leones”, y allí la familia comenzó a vender directamente al público sus productos. La dependienta de esta tienda fue mi abuela, Juana María Maraver. Ella aprendió a escribir y a hacer los cálculos matemáticos en ese momento, yo la admiraba. Cuando se vendía algo de gran valor mi padre venía a casa muy contento. Poco a poco se fue consolidado el negocio y en 1991 se abrió una parte de la fábrica de la Avenida de Extremadura, para incorporar en 1993 la tienda, mejorando así las instalaciones y abordando la demanda de los clientes.

El negocio era parte de la familia y todos lo cuidamos para el bien común. Después de estudiar mi carrera y artes aplicadas, decidí montar en Valencina de la Concepción mi propio negocio. Tenía claro varios criterios: que fuese un negocio pequeño que me permitiera cuidar de mis clientes; que el ambiente de trabajo fuese agradable, y sobre todo me propuse avanzar en mis conocimientos para ofrecer cada vez más calidad.

Agradezco a todos los clientes que han confiado y confían en nuestra marca MUEBLES MARAVER, sin ellos esto no sería posible. Ellos, mi familia, y ustedes también forman parte de mi historia. GRACIAS.